Llevo tiempo queriendo contar esta historia.
Hace unas semanas unas damas de beta pasaron por mi casa unos días. Y, como no, saqué la cámara y me puse a hacerles fotos.
Una de ellas desapareció de repente. ¿Había saltado? ¿Estaba escondida?
Entonces me fijé en un tronco de cholla que había usado para sujetar plantas.
Estaba dentro. Y no podía salir. Si sacaba el tronco del agua, aunque fuera despacio, ella no salía. Parecía que, como en el chiste de Gila, le habían pillado las aletas a contrapelo. Así que cogí la cámara y me puse a hacer fotos con una mano mientras que con la otra sujetaba el tronco.
Con unos alicates pequeños y mucho cuidado, manteniéndola dentro del agua, rompí la cholla por encima de ella para hacer un agujero.
Y esperé.
Otras bettas se acercaban a ver que pasaba. Ella no salía.
Una de sus congéneres regresaba una y otra vez, como indicándole el camino. Se acercaba, se iba y volvía...
Hasta que finalmente... salió.
Todo terminó bien. La cholla agujereada pasó al gambario hasta que la regalé con su bucephalandra y su helecho. Supongo que entró por algo de comida y luego no conseguía salir. Pero me di cuenta pronto y no le pasó nada.
Hace unas semanas unas damas de beta pasaron por mi casa unos días. Y, como no, saqué la cámara y me puse a hacerles fotos.
Una de ellas desapareció de repente. ¿Había saltado? ¿Estaba escondida?
Entonces me fijé en un tronco de cholla que había usado para sujetar plantas.
Estaba dentro. Y no podía salir. Si sacaba el tronco del agua, aunque fuera despacio, ella no salía. Parecía que, como en el chiste de Gila, le habían pillado las aletas a contrapelo. Así que cogí la cámara y me puse a hacer fotos con una mano mientras que con la otra sujetaba el tronco.
Con unos alicates pequeños y mucho cuidado, manteniéndola dentro del agua, rompí la cholla por encima de ella para hacer un agujero.
Y esperé.
Otras bettas se acercaban a ver que pasaba. Ella no salía.
Una de sus congéneres regresaba una y otra vez, como indicándole el camino. Se acercaba, se iba y volvía...
Hasta que finalmente... salió.
Todo terminó bien. La cholla agujereada pasó al gambario hasta que la regalé con su bucephalandra y su helecho. Supongo que entró por algo de comida y luego no conseguía salir. Pero me di cuenta pronto y no le pasó nada.